ARTURO SANTAMARÍA GÓMEZ
A ningún Gobernador le gusta que lo abucheen y menos ante los habitantes de su propio estado como le sucedió a Quirino Ordaz en El Rosario y Culiacán, pero sí debe ser del agrado de todo mandatario estatal que el Presidente lo defienda y halague, como lo hizo evidente el político sinaloense.
Sin embargo, lo anterior sería irrelevante si fuese un mero acto diplomático o amistoso, lo que no es así. En realidad, la defensa del hombre del trópico tabasqueño al del trópico sinaloense es parte de una estrategia política muy visible pero no exclusiva para Sinaloa.
Andrés Manuel López Obrador ha salido en defensa pública de al menos siete gobernadores priistas, la más reciente fue este viernes durante su conferencia mañanera cuando manifestó su acuerdo con la Gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich, en un tema local.
Al respaldar al Gobernador de Sinaloa, AMLO les dijo a los militantes de Morena que la campaña se había terminado y que él gobernaba para todos. Y sí, por supuesto, un Presidente es un Jefe de Estado y como tal no puede actuar facciosamente, debe servir al conjunto de la Nación; pero más allá de lo que parece una elemental norma, aunque desafortunadamente no ha sido así en México, lo cierto es que López Obrador lo que busca es que los gobernadores tricolores no confronten su gobierno, que no lo vayan a desestabilizar, particularmente cuando tiene muchos frentes abiertos.
El Presidente no ha sido igual de benigno con gobernadores de otro signo, tal y como ha sucedido con Enrique Alfaro, en Jalisco; y con Silvano Aureoles, en Michoacán; ni tampoco a estos gobernadores han sido tersos en su relación con el inquilino de Palacio Nacional. Alfaro, aun desde antes de asumir la gubernatura, ya se había subido a la carrera presidencial para 2024. Es el aspirante prematuro de Movimiento Ciudadano, y quizá de un frente partidario, para enfrentar a Morena
dentro de cinco años y medio, y por tal motivo ha decidido adoptar una postura crítica y distante del hijo preferido de Tabasco.
Es decir, en realidad, a AMLO le interesan los acuerdos políticos con el PRI, no con el PAN, MC o PRD, y por eso la defensa de los gobernadores tricolores. López Obrador es un político pragmático y si algo caracteriza a los priistas es precisamente su capacidad para acomodarse o adaptarse a diferentes circunstancias políticas.
AMLO necesita los votos del PRI en San Lázaro y como sabemos los jefes políticos de los diputados son los gobernadores, no Claudia Ruiz Massieu.
Estos acuerdos de AMLO con el PRI podrían impedir que hombres claves en la estructura tricolor, como Romero Deschamps, sean tocados por el nuevo gobierno. De hecho, por si acaso se olvidaba en Palacio Nacional, René Juárez Cisneros, uno de los líderes priistas sobrevivientes, ha advertido recientemente que el corruptísimo sindicalista es un distinguido miembro de su partido. Es decir, advierte: quieren acuerdos con nosotros, no se metan con nuestros intocables.
Le podrán quitar el huachicoleo a Deschamps pero no lo meterán a la cárcel, a menos que haya una enorme presión de los medios y la sociedad civil. Y quién sabe.
¿Cuánto podrá prolongarse el PRIMOR?, pues depende mucho de la relación entre la Presidencia de la República y los gobernadores, de los estires y aflojes en la distribución del presupuesto, y quizá hasta de la tolerancia en el manejo discrecional de los gastos estatales.
Ahora bien, estos acuerdos no dejan muy bien parados a los morenistas que se creyeron en serio la división de poderes en los estados, y la soberanía de sus decisiones en el Congreso de la Unión.
Particularmente en Sinaloa, la corriente que ha luchado por establecer una auténtica división de poderes utilizando su mayoría ha tenido que acatar la decisión centralista de buscar acuerdos con Quirino Ordaz y el PRI, lo que implica ceder en posturas estratégicas.
AMLO prácticamente les ha pedido a sus correligionarios en el coloso de Bulevar Culiacán que le cedan la conducción política del Congreso a Quirino Ordaz, en aras de la estabilidad y los acuerdos nacionales.
¿Cuánto le puede redituar partidariamente esta postura presidencialista al PRI dentro de dos años? ¿Le dará suficiente fuerza al Gobernador para incidir o por lo menos acordar la candidatura de Morena con AMLO, si es que este es el partido a vencer en las próximas elecciones estatales? ¿O estaría de acuerdo López Obrador en que el PRI lleve mano en Sinaloa para no alterar la alianza con el tricolor? Todo está por verse.
El pragmatismo de AMLO y de Quirino Ordaz permite especular cualquier cosa. Máxime cuando hay pruebas de ello.
Posdata
No está al margen de lo anterior el futurismo que ya se ha desatado al interior de Morena cuando vemos que “El Químico” ya mueve sus fichas para decir: aquí estoy, actuando casi desbocadamente; mientras que Rubén Mocha Moya se mueve con mucho más sigilo y estilo. ¿Y no decían que Jaime Montes iba a ser un superdelegado al que todos tendrían que rendirle caravanas? Pues nada dice que así sea. De Estrada Ferreiro y Chapman, mejor ni decir nada.
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